jueves, 22 de enero de 2015

Tradiciones, leyendas y curiosidades de la Mezquita-Catedral (I): El buey que reventó


En el crucero de la Catedral de Córdoba podemos encontrar dos hermosos púlpitos barrocos, cada uno de ellos suspendido sobre dos esculturas: bajo el del lado derecho (derecho según se observa habitualmente el altar) se encuentran un león y un ángel; bajo el izquierdo, un águila y un toro o buey (imagen).

Estos son los símbolos de los evangelistas, que coinciden con los cuatro "seres vivientes" del Apocalipsis (león, águila, hombre y novillo o toro) y cuya iconografía fue adjudicada a cada uno de los escritores en base a relaciones con el comienzo de sus respectivos textos. Dicho de otra forma: cada evangelio empieza con un relato en el que se pudo encontrar alguna relación (aunque sutil) para establecer la equivalencia simbólica de uno de esos seres con su autor. A saber: Mateo-ángel (un hombre con alas), Marcos-león, Lucas-Buey (toro) y Juan-águila.

Sin embargo, en Córdoba existe la tradición de que el buey se esculpió y colocó ahí no por San Lucas, sino en recuerdo a un animal que habría cargado con todas las piedras de la enorme obra de construcción del crucero (otras versiones, más absurdas aún, afirman que cargó con todas las columnas de la mezquita). Sí existe unanimidad respecto al final de la historia: el animal murió, agotado, lo que provocó tal homenaje en su memoria.

Incluso a veces se menciona que el águila (San Juan) se encuentra junto a él para devorar sus restos y que las animadas molduras que existen entre ambos animales no son otra cosa que las entrañas del bóvido reventado por el esfuerzo.

Leyendas sobre leyendas. La magia de nuestra historia...


Teo Fernández Vélez
Intérprete del Patrimonio
Imagen: www.tripadvisor.es

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martes, 6 de enero de 2015

Mitos y misterios de la arqueología cordobesa (II): Castor y Pólux de Alcurrucén


¿Cástor y Pólux o tan solo dos efebos? A los expoliadores que se los quisieron llevar a Italia para venderlos en el mercado negro quizá les dio igual, pero a nosotros no, por supuesto. Por eso os vamos a contar las dos posibles interpretaciones de estas esculturas masculinas encontradas en 2012 en Pedro Abad.

Niños en apariencia, estas figuras de bronce hueco, de metro y medio, y 30 kg de peso que formaban parte del yacimiento de Alcurrucén (Pedro Abad), son en realidad verdaderos ancianos, puesto que tienen casi 2000 años. Todos unos viejóvenes, a pesar de lo que diga la RAE, que después de tanto tiempo de andaduras y tras su aparatosa aventura con la policía, los expoliadores y los italianos, por fin forman hoy parte del Museo Arqueológico de Córdoba. Pero a pesar de tan lujoso retiro, no consiguen resolver su crisis de identidad.

Y es que a lo mejor les interesa ser efebos, como algunos expertos señalan, pues no hay nada malo en formar parte de grupo de jóvenes atenienses de entre 18 y 20 que se forman, a través de la ephebia (servicio militar), en el arte de la guerra. O quizá sean un poquito más ambiciosos y consideren que su verdadero destino es el de representar a los legendarios Dioscuros, Cástor y Pólux.

Si fuera así, no solo serían hermanos gemelos, sino que también nos encontraríamos ante dos de los muchísimos hijos de Zeus, quien, para engendrarlos, se convirtió en cisne y embaucó a Leda, mujer del rey Tindareo de Esparta y madre de Helena, la famosa piedra angular de la mayor telenovela jamás guionizada: la Guerra de Troya.

Iguales en todo, lo único que les diferenciaba era su mortalidad, puesto que Pólux era inmortal mientras que Cástor no. También inseparables, nuestros hermanos participaron en multitud de episodios de la mitología griega: Acompañaron a Jasón y los Argonautas, rescataron a su hermana Helena del rapto de Teseo y Piritoo, y ayudaron a Peleo en su lucha contra Astidamía. E incluso se dicen que fueron ellos los que ayudaron a los romanos a vencer al rey de Etruria, Tarquino el Orgulloso. 

Pero su vida de aventuras acabó cuando, en una pelea contra Idas y Linceo, antiguos pretendientes de Hilaria y Febe, esposas de nuestros gemelos, Cástor recibió una herida mortal. Y Pólux, incapaz de separarse de su hermano le rogó a Zeus, su padre, que le permitiera compartir la inmortalidad con su gemelo. Zeus accedió y los hermanos  murieron juntos bajo la promesa de su padre de que se turnarían cada día entre ser dioses el Olimpo y simples mortales fallecidos en el Hades. Nosotros suponemos que Pólux estaría en el Olimpo los lunes, miércoles y viernes y Cástor los martes, jueves y sábados, y el domingo lo echarían a suertes. 

¡Vaya dilema se nos presenta! Menos mal que a nuestros perabeños les espera un largo periodo de tiempo, entre los mayores lujos que una estatua pueda esperar, para descubrir qué quieren ser en esta vida, ¿simples efebos o los míticos Cástor y Pólux? 
 

Isa Barrado
Colaboradora Honoraria
del Departamento de Historia Moderna
de la Facultad de Filosofía y Letras
(Imagen: www.elmundo.es)