lunes, 25 de enero de 2016

Leyendas de Córdoba: El fantasma de la torre del Alcázar...


Según antiguos textos, en tiempos del insigne historiador Ambrosio de Morales (1513-1591) se decidió celebrar una corrida de toros en el entonces llamado Campillo. El propio Morales intentó advertir al noble don Diego de los Ríos, encargado de organizarla, que tal festejo supondría una ofensa a los mártires cristianos que allí habrían derramado su sangre y que hoy en día dan nombre al lugar (Campo Santo de los Mártires). Pero don Diego desoyó las advertencias. Y quizá no debería haberlo hecho...

Durante las pruebas previas al evento, montado en su caballo divisó un fantasma sobre una de las torres del Alcázar, el cual le dirigía evidentes gestos de desaprobación y amenaza. Don Diego, a pesar de su estupefacción, se dirigió, como estaba previsto, a probar los toros. Y se encontró entonces con la sorpresa de que un joven había sido cogido por uno de los animales, que estaba a punto de terminar su vida.

Inmediatamente acudió a ayudarle. El animal se volvió hacia el noble y fue a este al que hirió mortalmente.

Se cuenta que antes de exhalar su último aliento don Diego se arrepintió de su osadía. Y la ciudad lo interpretó lo acontecido como un castigo divino por su falta de respeto.

(Texto protegido por la Ley de Propiedad Intelectual).


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viernes, 8 de enero de 2016

El mito del mes (I): Enero


El calendario romano solía dedicar cada mes (al menos hasta Junio) a un dios concreto. El mes de Enero deriva su nombre del dios romano Jano, a quien este mes, Ianuarius, le estaba dedicado. Sin duda este dios es más conocido por ser el dios bifronte, el único dios de dos caras, con las que mira hacia el pasado y hacia el futuro o hacia lo que ha terminado y lo que va a comenzar. De ahí que por esa dualidad le esté dedicado el mes en el que estamos.

Esta dualidad le hizo merecedor de ser el dios ubicado en los umbrales de las casas y al que se le invocaba en la salida a la calle y a la entrada de ésta.

Su templo, en el foro romano, recogía también esa dualidad y servía de indicador al pueblo sobre el estado marcial de la ciudad: sus puertas estaban cerradas cuando había paz; por el contrario, sus puertas permanecían abiertas cuando había guerra – la apertura de las puertas servía como invitación al dios para que viniera en ayuda de los romanos.

Ovidio en sus Fastos (I 135-140) expone la razón de esta bifrontalidad:

“Toda puerta tiene dos frentes gemelas, a un lado y a otra, de las cuales, la una mira a la gente y la otra, en cambio, al dios-lar. Y de la misma manera que vuestro portero, sentado junto al umbral de la entrada principal, ve las salidas y las entradas, así yo, portero de la corte celestial, alcanzo a ver a un tiempo la parte de Levante y la parte de Poniente... yo, para no perder el tiempo torciendo el cuello, tengo licencia para mirar a dos de ellos a la vez sin mover el cuerpo” (traducción de Bartolomé Segura Ramos)


Por el contrario, el calendario griego solía denominar los meses por el nombre de una fiesta o celebración. Enero se conocía como Gamelion, el mes de las bodas, que ocuparía parte de nuestro enero y nuestro febrero. La razón de dedicar este mes a esta ceremonia se remonta a la unión marital de Zeus y Hera, la Teogamia, que habría tenido lugar el día 4.

También en este mes se celebraba una de las fiestas más conocidas en el mundo griego, las Leneas (por Dionisos Lenaios), una fiesta de carácter orgiástico en las que participaban las Lénai, las bacantes o ménades de Dionisos.

Junto con la procesión de ménades, tenía lugar uno de los tres concursos dramáticos establecidos en el calendario teatral griego, en el que concursaban sólo los autores de comedia. En ellas, Aristófanes puso en escena, por ejemplo, su Caballeros (424 a.C.) y su Lisístrata (411 a.C.).
Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO
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