Con Julio comienza la serie de meses que reciben su nombre de acuerdo a la posición que ocupan en el calendario romano. Este mes era el quinto, por lo que al principio se le nombró como Quintilis. Fue Marco Antonio, un cónsul del siglo I a.C., quien le cambió el nombre en honor de Julio César, que en ese momento poseía el título de dictator perpetuo, puesto que éste había nacido en este mes.
Una de las
fiestas que se celebran durante este mes es la Neptunalia, el 23 de julio, en
honor de Neptuno, dios de las aguas. En esta fiesta tiene lugar el sacrificio de
un cabrito, para que las fuentes mantuviesen el agua durante “la estación atroz
de la canícula encendida” (Horacio, Oda
3.13). También en honor de Neptuno se plantaban árboles durante estas fiestas.
Por desgracia, poco más nos dicen los autores de esta fiesta.
Es en el calendario griego donde en este mes, el Hecatombeon, se
celebraba una de las fiestas más importantes en honor a Atenea: las Panateneas,
que conmemoraba la victoria de la diosa sobre los Gigantes que se sublevaron
contra el reinado de Zeus, su padre.
Las fiestas comenzaban con una procesión
que recorría los lugares más importantes de la ciudad: el Cerámico, el Ágora
hasta subir a la Acrópolis por los Propileos y rodearla, de modo que la
procesión terminara en lado este del templo, frente al altar de la diosa. Probablemente
sean los mismos frisos del Partenón la mejor fuente que en la actualidad haya
para ilustrar quiénes participaban (ciudadanos jóvenes y adultos e hijas de
ciudadanos, metecos y sus hijos, incluso extranjeros aliados) y qué llevaban en
esta procesión (cestas con ofrendas para la diosa y jarras de agua, animales
para el sacrificio). El objetivo era revestir a la estatua de la diosa con su
nuevo peplo, tejido por las muchachas escogidas de entre las familias más
importantes. En el peplo estaban bordadas las luchas de Atenea contra los
Gigantes.
Tras la procesión y el revestimento de
la estatua, se procedía al sacrificio de los animales y la repartición de su
carne en el Cerámico entre los miembros de los demos en proporción a los
miembros que habían enviado a la procesión.
El espíritu
alegre y festivo que habría puede ayudarnos a imaginarlo este fragmento de
Baquílides (frag. 4), en ocasión de otra fiesta:
"Sobre artísticos altares en honor de los dioses se quemen
con rubia llama muslos de bueyes y de ovejas de buena lana, y que los jóvenes
se ocupen de los ejercicios atléticos, de las flautas y de los cortejos (….) De
amables banquetes se colman las calles, e himnos en honor de niños se alzan
como llamas" (Traducción de Fernando García Romero)
Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásicade la UCO