domingo, 29 de enero de 2017

Córdoba y Roma (I): El monte Testaccio


Al sur del Aventino (una de las sieste famosas colinas de Roma) existe otro montículo, más pequeño, llamado Testaccio, al que corresponde la imagen superior.

¿Cuál es el origen de su nombre?

Testa significa, en latín, teja o vasija de arcilla, así como fragmento de las mismas. Y se da el caso de que el monte se formó por la acumulación (organizada y, en gran medida, planificada) de fragmentos de ánforas que llegaban al vecino puerto del río Tíber y eran desechadas una vez vaciadas. De ahí Testaccio, que vendría a ser el monte de los testae (plural de testa). De hecho, hoy en día, los romanos lo llaman, popularmente, de forma casi idéntica pero en italiano: monte dei cocci.



¿Qué tiene esto que ver con Córdoba?

Pues, según pudieron comprobar los arqueólogos, la mayoría de estos testae correspondían a ánforas de aceite que provenían de la zona sur de España (provincia Bética, así llamada por el río Betis -Guadalquivir-).

Y, claro está, si de aceite del sur de España se trata...

Conclusión: ¡La a veces llamada octava colina de Roma se conformó en gran medida por las ánforas que eran enviadas desde nuestra ciudad hace casi dos mil años!

Teo Fernández Vélez

Si quieres conocer  otras curiosidades de Córdoba (leyendas, tradiciones, restos romanos subterráneos...) no te pierdas nuestras rutas guiadas por la ciudad. Puedes ver la info en nuestra web haciendo click aquí.

  *Fotos: Imago Romae y Wikipedia.

lunes, 9 de enero de 2017

GarabaTEOs (XI): La autodestrucción del turismo en Córdoba


Estuvimos años, muchos años (muchas legislaturas de gobiernos municipales, diría) escuchando la cantinela de que se trabajaba por traer a Córdoba un turista "de calidad". Dicho de otra forma, que vinieran menos turistas que gastasen más. Postura muy lógica: Por supuesto, todo el mundo tiene derecho a viajar y conocer un Patrimonio que, además, en nuestro caso, es de la Humanidad. Pero eso no resulta un impedimento para focalizarse en ese perfil de visitante, el idóneo para una ciudad patrimonial y con enclaves de suma fragilidad.

Pues bien, no entraré a valorar si se hizo bien o mal, si se consiguió o no. Es más, ni siquiera me meteré en si las acciones promocionales y todo eso de los planes especiales de no se qué (esos nombres rimbombantes que aburren a todo el mundo menos a los que los diseñan) llegaron a estar realmente pensados para ese fin.

No hace falta. Tuvimos la primera en la frente:  los patios.

El declararlos Patrimonio Inmaterial de la Humanidad supuso un logro que está resultando demasiado complejo de gestionar, al punto de que  el tiro puede salirnos por la culata y llevarlos a morir de éxito.

El Festival de mayo soporta desde entonces un aluvión difícilmente calculable de personas que, en su mayoría, no pernoctan en la ciudad. Y que, en muchos casos, traen el almuerzo en la mochila. Por tanto, vemos cómo nuestro patrimonio físico e inmaterial sufre sobremanera, cómo las heróicas familias cuidadoras se desbordan, cómo la calidad de las visitas a estos espacios se resiente, etc., etc... Sin que todo ello suponga, como contrapartida, unos beneficios económicos para sociedad cordobesa. (Al menos, unos beneficios que sean, claro, medianamente proporcionales a ese desgaste).

Por eso, cuando veo que se promocionan incansablemente, sin haber conseguido todavía gestionar el desmadre de mayo y sin tener una infraestructura estable el resto del año (en verano apenas hay un patio visitable en toda la ciudad), me echo a temblar. Y, como se comprobó en el debate sobre los patios que El Día de Córdoba organizó hace unos meses en el Palacio de Viana, esta opinión es prácticamente unánime en los colectivos vinculados a ellos.

Lo mismo me vino a la cabeza cuando escuché que se iban a poner dos taquillas en el Alcázar como solución a las colas en su acceso. ¿Un bien patrimonial como el Alcázar puede soportar aún más visitantes al mismo tiempo? Y digo yo... ¿No es mejor distribuir a los turistas por otras zonas y monumentos? ¡Como si en Córdoba no hubiera cosas que visitar! Pero eso no se puede hacer cuando ya están aquí. Hay que "decirles" lo que tienen que ver y visitar antes de que viajen. Pero nosotros, como he dicho, hacemos lo contrario: promocionar lo ya saturado. Por ejemplo, patios y más patios...

¿Por qué cuento todo esto ahora? Porque, al final, ha ocurrido: Tras años de mejora en la satisfacción del visitante (eso sí ha sido incuestionable), esta Navidad he escuchado a muchos turistas quejas referentes a la masificación. Quejas que antes solamente había tenido durante el concurso de patios o en momentos muy puntuales de algún "puente".

Especialmente me dolió lo que me dijo una mujer de Toscana (Italia) que trabajaba en una agencia de viajes: "Ya nunca más mandaré gente a Córdoba. Aquí no se puede andar por la calle. Hace años era una maravilla. Ahora ya sois otro parque temático."

(Y eso lo sentenció alguien de una región más que acostumbrada a las oleadas de turistas...).

Era inevitable:

Hemos desplumado la gallina de los huevos de oro.

¿Llegaremos a comérnosla?

Teo Fernández Vélez
Érase una vez Córdoba
(Imagen: www.abc.es)