Existe una casa en un barrio muy antiguo de Córdoba. Una casona grande y secular, como tantas otras de esa zona. Sin embargo, tiene algo especial, pues todas las arquitecturas acogen vidas no solamente presentes. Y este lugar, del que no daremos más indicaciones por respeto a sus propietarios, esconde inquietantes historias; una de ellas propia (de hecho, muy típica) de una película.
Tanto sus habitantes como algunas visitas afirmaban haber visto a un hombre alto y rubio en distintas zonas del edificio. Pero lo más curioso es que nadie percibía en él ningún tipo de rasgo amenazador ni nada que indujese a temerle. Su presencia, a veces incluso observando comer a toda una mesa llena de invitados, parecía no solamente aséptica, sino incluso protectora.
Un buen día llegaron a manos de los dueños unas fotografías en blanco y negro de una boda que hacía décadas se había celebrado en esa casa. Para su sorpresa, en ellas aparecía este personaje. Estupefactos, investigaron de quién se trabatan y descubrieron que era el antiguo propietario del edificio, lo que a su vez, curiosamente, les produjo aún más aquella extrañasensación de paz.
Quizá porque, enamorado de la que fue su casa, simplemente la protege en las largas ausencias de los actuales amos, guiñando un ojo al tiempo y el espacio saltando fuera de la foto...
Quizá porque, enamorado de la que fue su casa, simplemente la protege en las largas ausencias de los actuales amos, guiñando un ojo al tiempo y el espacio saltando fuera de la foto...
Teo Fernández
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