En el pueblo cordobés de Belalcázar,
es conocida entre sus habitantes esa leyenda que nos cuenta que, allá
por el siglo VIII, cuando el territorio fue ocupado por los
musulmanes, se forjó una historia de amor que bien podríamos
comparar con aquella vivida por dos de los personajes más conocidos
del gran William Shakespeare.
Pues bien, los amantes que ocupan
nuestra leyenda, al igual que Montesco y Capuleto, debían mantener
su amor en secreto ya que ella era musulmana y su amado, cristiano,
algo totalmente imposible, debido al odio existente entre las dos
religiones.
Los jóvenes, cuya pasión mutua era
lo único que daba sentido a sus días, quisieron al igual que
hicieran Romeo y Julieta y a pesar de todos los intentos del padre de
ella por destruir aquello que entre ellos había nacido, mantener su
romance oculto ante los ojos de todos los que los rodeaban y así, a
escondidas y con la complicidad de la luna, cada noche se refugiaban
cada uno en brazos del otro.
Su felicidad no duraría mucho ya que,
el padre de nuestra dama, descubrió el gran secreto que su hija
guardaba y, la obligó a mantenerse recluida en casa y a casarse con
alguien de su misma religión, a lo que ella se opuso aún a riesgo
de encender la ira de su padre.
El joven cristiano, ante la
situación, decidió marchar a la guerra y jamás se supo de él,
pero ella nunca dejó de amarlo por lo que su padre, cansado de la
cabezonería de su hija, decidió imponerle el peor de los castigos
para así alejar de sus pensamientos a su amante cristiano, y ordenó
encerrarla en una cueva donde nadie pudiera encontrarla.
Los días pasaban y ella, con la
esperanza de que su amado fuera capaz de encontrarla, cantaba durante
horas pero su amor, nunca halló el camino que lo llevara hasta ella.
La dulce dama, murió en aquella fría
cueva víctima de la tristeza, pero hay quien afirma que, cada año,
coincidiendo con la fecha de la partida de su caballero, su alma sube
hasta la colina a esperar el regreso de su amado. Otros cuentan que,
cada noche de año nuevo, tal vez coincidiendo con la fecha de su
muerte, junto a la cueva, se oye la preciosa voz de una muchacha que
entona una bella canción, esperando a que de su cautiverio la salve
su gran amor.
Inmaculada Muñoz
gracias
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