sábado, 23 de abril de 2016

El origen de la fiesta de Las Cruces de mayo


Los meses de abril y mayo incluyen diversas festividades que, como ocurre con tantas otras fechas señaladas del calendario cristiano, tienen origen pagano, en este caso relacionado con el esplendor de la primavera. Quizá el ejemplo más claro sea el de San Isidro Labrador, que se celebra el 15 de mayo, sin coincidir con la fecha de su fallecimiento. Y algo similar ocurre con la Fiesta de la Cruz, evidente fusión de ambos legados.

En origen, sería una de las celebraciones vinculadas a las flores, que incluían cánticos, bailes y, en algunos casos, también ya un eje vertical central, a modo de "totem". Este podía ser un árbol, o sencillamente un palo cuya cima debía ser alcanzada por los jóvenes (costumbre esta última que aún se mantiene en muchas localidades españolas).

Por otro lado, según la tradición cristiana, un 3 de mayo tuvo lugar la "Invención de la Cruz". Esto es, el descubrimiento por parte de Santa Elena, madre del emperador Constantino, de la cruz donde Jesucristo había sido crucificado. Por ello Elena aparece sosteniendo este objeto en uno de los pilares de la basílica de San Pedro del Vaticano (imagen).

Cabe matizar que Constantino no fue, como comunmente se dice, el gobernante que hizo del cristianismo la religión oficial del Imperio Romano. Ese paso lo daría Teodosio décadas después. Pero Constantino sí instauró la libertad de culto, abriendo así la vía para el desarrollo del potencial de esta religión.

Los historiadores suelen optar por considerar que esta apertura se debió a motivos políticos y pragmáticos. La leyenda, sin embargo, habla de que su conversión se debió a la visión de una cruz en el cielo la noche anterior a una gran batalla, y que le habría llevado a la victoria en esta. Pero su especial relación con la Cruz no quedó ahí, sino que, como hemos mencionado, fue continuada por su madre.

Son varias las fuentes antiguas que narran la llegada de Santa Elena a Tierra Santa, si bien este viaje también podría bordear el mito, considerando que para entonces la peregrina debería tener 75-80 años. La cuestión es que todas las versiones coinciden en que allí encontró reliquias, como las de los Reyes Magos o la mencionada Vera Crux, que diferenció de las otras dos cruces (las de los ladrones ajusticiados junto a Jesús) gracias a una curación o resurección milagrosa producida al entrar en contacto con el sagrado leño.

Sea como fuere, sed buenos el próximo puente...

Teo Fernández Vélez 

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martes, 5 de abril de 2016

El mito del mes (IV): abril


Abril, para los romanos “Aprilis”, es el mes dedicado a Venus según lo recoge Ovidio en sus Fastos: “Hemos llegado al cuarto mes, en el que es tu celebración mayor. Sabes, Venus, que el poeta y el mes son tuyos” (IV.15). 

La razón de esto se debe al nombre mismo del mes. Son dos las posibles etimologías y ambas relacionadas con Venus. La primera homenajea a la lengua griega y se refiere al nacimiento de la diosa de la espuma del mar (“aphris” en griego) en la costa de la Magna Grecia (sur de Italia y Sicilia). La segunda, más patria, hace una correlación entre la explosión de vida de la primavera y la capacidad nutricia de Venus, en tanto que da vida a los seres vivos y éstos generan vida al unirse entre ellos (del verbo "aprire", abrir).

Durante los días 12 a 19 de este mes, se celebran en Roma las Cerialia, las fiestas en honor de Ceres, la Deméter latina. En ellas se recordaba el rapto de Proserpina por Plutón (Hades), la búsqueda de la hija por la madre por todo el orbe y finalmente, el reencuentro entre ambas. 

Sin embargo, el desenlace no fue tan feliz, ya que Proserpina había comido tres granos de granada, lo que significaba que no podía salir de la mansión plutónica. Ante ello, Ceres, llena de tristeza, prefiere quedarse en el inframundo al lado de su hija, decisión evitada por Júpiter (Zeus) que pactó con la diosa su dualidad habitacional: seis meses en el cielo, seis meses en el inframundo.

“Entonces, por fin, Ceres cambió la cara y cobró ánimos, y colocó sobre su pelo una mona de espigas. Y en los campos descansados sobrevino una cosecha abundante y la era a duras penas daba cabida a la mies amontonada. A Ceres le va bien el color blanco: poneos ropa blanca en la fiesta de Ceres. Ahora ya no se lleva la lana negra” (Ovidio, “Fastos” IV.615-620, traducción de B. Segura Ramos)


Con ello, se simbolizaba la llegada de la primavera: los áridos y secos campos, a raíz de la tristeza de Ceres por la pérdida de Proserpina, se revisten de abundante cosecha tras el reencuentro entre madre e hija y la solución de Júpiter.

El mes de “Munichion” (mediados de abril-mediados de mayo) en el calendario griego está dedicado a Ártemis. En este mes, las niñas se vestían de osas y actuaban como tales en honor de la diosa.

Parece ser que esta festividad recordaba el aplacamiento de la ira de Ártemis (manifestada la ira en forma de peste) por la muerte de un oso sagrado (el oso es un animal dedicado a Ártemis). Como compensación, la divinidad exigió el sacrificio de una joven. Embaros (o Baros) prometió sacrificar a su hija si, a cambio, la diosa le concedía a su familia el ser oficial del sacerdote de su templo. Puesto que Ártemis aceptó, Embaros "sacrificó" a su hija: vistió a una cabra con las vestimentas de su hija y sacrificó al animal en el altar de la diosa. 

Así, las fiestas muniquias representan un rito de iniciación prenupcial de las muchachas áticas, las cuales, vestidas de oso, “sacrifican” su infancia y juventud (= vida salvaje).

Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO

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