Abril, para los romanos “Aprilis”, es el mes dedicado a Venus
según lo recoge Ovidio en sus Fastos:
“Hemos llegado al cuarto mes, en el que es tu celebración mayor. Sabes,
Venus, que el poeta y el mes son tuyos” (IV.15).
La razón de esto se debe al nombre mismo del mes. Son dos las posibles etimologías y ambas relacionadas con Venus. La primera homenajea a la lengua griega y se refiere al nacimiento de la diosa de la espuma del mar (“aphris” en griego) en la costa de la Magna Grecia (sur de Italia y Sicilia). La segunda, más patria, hace una correlación entre la explosión de vida de la primavera y la capacidad nutricia de Venus, en tanto que da vida a los seres vivos y éstos generan vida al unirse entre ellos (del verbo "aprire", abrir).
Durante los días 12 a 19 de este mes, se celebran en Roma las Cerialia, las fiestas en honor de Ceres, la Deméter latina. En ellas se recordaba el rapto de Proserpina por Plutón (Hades), la búsqueda de la hija por la madre por todo el orbe y finalmente, el reencuentro entre ambas.
Sin embargo, el desenlace no fue tan feliz, ya que Proserpina había comido tres granos de granada, lo que significaba que no podía salir de la mansión plutónica. Ante ello, Ceres, llena de tristeza, prefiere quedarse en el inframundo al lado de su hija, decisión evitada por Júpiter (Zeus) que pactó con la diosa su dualidad habitacional: seis meses en el cielo, seis meses en el inframundo.
La razón de esto se debe al nombre mismo del mes. Son dos las posibles etimologías y ambas relacionadas con Venus. La primera homenajea a la lengua griega y se refiere al nacimiento de la diosa de la espuma del mar (“aphris” en griego) en la costa de la Magna Grecia (sur de Italia y Sicilia). La segunda, más patria, hace una correlación entre la explosión de vida de la primavera y la capacidad nutricia de Venus, en tanto que da vida a los seres vivos y éstos generan vida al unirse entre ellos (del verbo "aprire", abrir).
Durante los días 12 a 19 de este mes, se celebran en Roma las Cerialia, las fiestas en honor de Ceres, la Deméter latina. En ellas se recordaba el rapto de Proserpina por Plutón (Hades), la búsqueda de la hija por la madre por todo el orbe y finalmente, el reencuentro entre ambas.
Sin embargo, el desenlace no fue tan feliz, ya que Proserpina había comido tres granos de granada, lo que significaba que no podía salir de la mansión plutónica. Ante ello, Ceres, llena de tristeza, prefiere quedarse en el inframundo al lado de su hija, decisión evitada por Júpiter (Zeus) que pactó con la diosa su dualidad habitacional: seis meses en el cielo, seis meses en el inframundo.
“Entonces,
por fin, Ceres cambió la cara y cobró ánimos, y colocó sobre su pelo una mona
de espigas. Y en los campos descansados sobrevino una cosecha abundante y la
era a duras penas daba cabida a la mies amontonada. A Ceres le va bien el color
blanco: poneos ropa blanca en la fiesta de Ceres. Ahora ya no se lleva la lana
negra” (Ovidio, “Fastos” IV.615-620, traducción de B. Segura Ramos)
Con ello, se simbolizaba la
llegada de la primavera: los áridos y secos campos, a raíz de la tristeza de
Ceres por la pérdida de Proserpina, se revisten de abundante cosecha tras el
reencuentro entre madre e hija y la solución de Júpiter.
El mes de “Munichion” (mediados de abril-mediados de mayo) en el calendario griego está dedicado a Ártemis. En este mes, las niñas se vestían de osas y actuaban como tales en honor de la diosa.
Parece ser que
esta festividad recordaba el aplacamiento de la ira de Ártemis (manifestada la
ira en forma de peste) por la muerte de un oso sagrado (el oso es un animal
dedicado a Ártemis). Como compensación, la divinidad exigió el sacrificio de
una joven. Embaros (o Baros) prometió sacrificar a su hija si, a cambio, la diosa le
concedía a su familia el ser oficial del sacerdote de su templo. Puesto que
Ártemis aceptó, Embaros "sacrificó" a su hija: vistió a una cabra con las vestimentas de su hija y sacrificó
al animal en el altar de la diosa.
Así, las fiestas
muniquias representan un rito de iniciación prenupcial de las muchachas áticas,
las cuales, vestidas de oso, “sacrifican” su infancia y juventud (= vida
salvaje).
Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO
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