ROMA:
Septiembre sería el séptimo mes del antiguo calendario romano o prejuliano, a partir de lo que toma su
nombre. Durante un breve tiempo, el emperador Domiciano, que tomó el
sobrenombre de Germánico por su victoria frente a los catos, le cambió el
nombre por Germánico y porque, de acuerdo a Suetonio (Domiciano 13) y Marcial (Epigramas
9, 1), en este mes asumió el imperio.
Este mes, aunque en el calendario agrícola estaba bajo la
protección de Vulcano y Minerva, en realidad era más de Júpiter, ya que durante
casi todo el mes (del 5 al 19) se celebran los juegos más antiguos y famosos de
Roma, los “Ludi Romani”, dedicados a Júpiter Optimus Maximus. En principio
conmemoraban los triunfos militares, pero posteriormente se celebraron de manera
anual.
Previo a los juegos, tenía lugar una procesión desde el
Capitolio hasta el Circo Máximo pasando por el Foro. Encabezándola, iban las
autoridades y los hijos de éstas (como muestra del poderío romano presente y
futuro a los asistentes extranjeros), les seguían, en primer lugar, los
participantes en las competiciones varias, los cuales iban desnudos a excepción
de sus genitales; en segundo, los coros de danzarines divididos en grupos según
la edad (hombres, adolescentes y niños) dirigidos, cada grupo, por un líder que
marcaba los movimientos de las danzas. Tras estos bailarines de danza seria,
iban bailarines o sátiros de danza cómica, que parodiaban las danzas serias. A
continuación se encontraban los portadores de los instrumentos y materiales necesarios
para el sacrificio con el que culmina la procesión. En último lugar, cerraban
la procesión grupos de hombres que portaban en sus espaldas imágenes de los
dioses olímpicos y de los anteriores y posteriores a ellos, tanto romanos como
griegos (o como se diría en “Juego de Tronos”, “de los dioses antiguos y
nuevos”). Tras la procesión, tenía lugar el sacrificio de bueyes cuyas entrañas
eran rebozadas en harina de espelta y puestas en el altar para ser quemadas.
Los juegos englobaban competiciones de aurigas y carreras
en el estadio (los corredores eran los acompañantes de los conductores de los
carros de la competición anterior), y competiciones a nivel individual
(corredores, púgiles y luchadores).
Plutarco (Coriolano
24.2) y Dionisio de Halicarnaso (Historia
de Roma 7.68), entre otros, recogen el episodio del “bailarín ‘non grato’ a
los dioses” (491 a.C.). A Latinus, un hombre de vida sencilla, se le apareció
Júpiter Optimus Maximus en sueños encargándole que dijera al Senado que el
danzarín que había presidido la procesión lo había hecho mal y esto le había
provocado disgusto. Como ni a ésta ni a las dos siguientes apariciones Latinus
obedeciera al dios, Júpiter lo castigó con la muerte del hijo y con la
parálisis de su cuerpo y grandes dolores. Ante esto, fue llevado al Senado,
donde relató la aparición y el mensaje. Los senadores investigaron quién era
ese bailarín y descubrieron que había sido un esclavo en cuya espalda su amo
había atado un madero por el pecho y los hombros hasta las muñecas, lo que le
dificultaba los movimientos cuando era azotado de manera pública; esto le
provocaba que, al moverse, distorsionara su cuerpo de modo poco armónico. Los
senadores castigaron al amo por su crueldad y repitieron ese año los juegos
desde el principio de los mismos.
GRECIA:
En el calendario ático, Boedromion (septiembre-octubre)
seguía a Metagitnion (agosto-septiembre) y en él se celebraba uno de los
misterios más conocidos y a la vez desconocidos del mundo griego: los Misterios
de Eleusis.
Estos Misterios tenían una parte pública, ya que se
realizaba a la vista de todos, siendo ésta la parte que nos es conocida, y otra
privada, reservada a los iniciados, que no podían revelar bajo ningún concepto
lo que sucedía dentro del templo (por ende, esta parte nos es desconocida, y lo
único que podemos hacer es elucubrar).
Las
celebraciones previas a la celebración de los Misterios comenzaban el día 13 de
este mes con una procesión de jóvenes de Eleusis al Eleusinion en Atenas, en la
que portaban los “hiera” ocultos en cestas. El primer día de los Misterios
(“agyrmós”) se anunciaba de manera oficial por el hierofante la participación
en ellos para todos los que quisieran ser iniciados, a excepción de aquellos
que no entendían griego o los de alma/mente impura. El segundo día (“élasis”) los
“mystai” o los iniciados marchaban al Falero a purificarse mientras gritaban
“Al mar, mystai (Thalade, mystai)” y, una vez en el mar, se purificaban a sí
mismos con el lavamiento de un lechón en las aguas. El quinto día se celebraban
los Misterios dentro del Eleusinion. Comenzaba con una procesión encabezada por
la estatua de Yaco, seguida por el carro que portaba los “hiera” y a
continuación los sacerdotes, los iniciados y los ciudadanos. Una vez que se
llegaba a Eleusis, los iniciados entraban en el Telesterion o sala de
iniciación y tenían lugar los Misterios.
En
el “Himno homérico a Deméter” se relata que los Misterios fueron instituidos
por la misma Deméter mientras descansó en Eleusis de su periplo en busca de su
hija como invitada del rey Céleo. Durante la estancia en el palacio de Céleo,
Deméter, en apariencia una anciana, intentó mantener por siempre joven y hacer
inmortal al hijo del rey. Para ello lo ungía de ambrosía y lo sumergía todas
las noches en fuego, hasta que fue descubierto por su madre. Deméter,
abandonando la apariencia de anciana y tomando la de diosa, se enfureció y para
ser aplacada fundó los Misterios:
"Pero ¡ea!, que todo el pueblo me erija un gran templo
y un altar dentro de él, al pie de la ciudadela y del elevado muro, por cima de
Calícoro, sobre una eminencia de la colina. Los ritos, los fundaré yo misma,
para que en lo sucesivo, celebrándolos piadosamente, aplaquéis mi ánimo" (traducción
de Alberto Bernabé).
Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO
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