jueves, 7 de marzo de 2013

Mitos y leyendas en la provincia de Córdoba (I): hebilla visigoda del Museo PRASA



Probablemente, y aunque a día de hoy cerrado al público por reformas, el principal centro museístico del norte de Córdoba sea el Museo PRASA Torrecampo. Y lo hemos elegido para inaugurar este ciclo sobre mitos y leyendas en la provincia (que tratará tanto la tradición oral como la presencia de los mismos en restos materiales) debido a que hace un par de semanas asistimos a una conferencia de su director, Juan B. Carpio, en la sede de la Fundación PRASA.

En dicha ponencia mencionó algunas de las pequeñas joyas que el museo posee, y de las que queremos destacar la hebilla de cinturón visigoda que apreciamos en la imagen (y que no es la única de este tipo que se conserva allí). Probablemente llevada a cabo por un taller de la zona, representa unos grifos afrontados que beben de la fuente de la vida, creando una composición simétrica y característica que debió llegar de el otro extremo del Mediterráneo.

El grifo, ser mitológico intercultural mencionado a menudo por ejemplo en los relatos de la Grecia clásica y en la propia la Edad Media cristiana, parece tener su origen en Oriente Medio. Su cuerpo es, a grandes rasgos, una mezcla de un águila (cabeza y alas) y un león (cuatro patas y tronco) y su significado simbólico ha ido cambiando a lo largo de la historia incluso dentro de una misma civilización.

En estas representaciones dichos seres deberían hacer referencia a esa vida eterna, y fueron cristianizadas (pues los visigodos eran cristianos) hasta el punto de que se conservan otras piezas similares a esta (seguramente todas obra del mismo taller) con una cruz grabada en la fuente (en el propio Museo PRASA), o incluso con la cara de Cristo en lugar de la misma por ser Jesús fuente de vida eterna (en Maguncia -Alemania-).

1 comentario:

  1. El Grifo como bien dices procede de Oriente Medio, concretamente podemos encontrarlo en las Puertas de Ishtar de Babilonia, mandada a construir por Nabucodonosor. Su función era protectora, por eso se colocaban en las puertas de entrada a las ciudades, tradición heredada de otros pueblos que les precedieron en Mesopotamia como los sumerios, asirios, acadios y neoasirios. Los hebreos asimilaron esta figura cuando fueron prisioneros de Nabucodonosor y transmitido posteriormente dentro del cristianismo. Los griegos como invasores de la región a partir del siglo VIII a. de Cristo fue introducido dentro de su propia mitología.

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