Conocemos la
historia que hay detrás de los signos zodiacales gracias a un tipo de
literatura que surgió en Grecia ya en época tardía: los catasterismos, o dicho de otro modo, la conversión en estrella (aster) de seres divinos, humanos (héroes
o simples mortales), animales e incluso de seres inanimados. Cada relato suele
estar dividido en dos partes: una primera en la que el autor narra brevemente
la mitología del personaje y la hazaña o el motivo que ha originado su
transformación, y una segunda en la que se describe la constelación en sí.
El autor más conocido es Eratóstenes de Cirene, director de la fabulosa Biblioteca de Alejandría. Entre sus múltiples obras, escribió un tratado titulado Catasterismos del que conservamos 44 relatos, entre los que se incluyen los doce signos del Zodíaco.
Así pues, comenzamos con Escorpio (Eratóstenes,
Catasterismos 32).
El signo
zodiacal Escorpio debe su razón de ser al animal del que toma el nombre. De acuerdo a la versión más
extendida entre los autores clásicos, la diosa Ártemis lo hizo surgir de la
tierra como castigo a Orión, un gigante cazador, porque intentó violarla
durante una cacería en Quíos –o en Delos-. El escorpión mordió al gigante hasta
hacerlo morir. A pesar de ello, Zeus lo elevó al cielo como constelación para
que todo aquel que lo observase conociera su fuerza y su poder.
Para que se conservase el recuerdo
del castigo de Orión (morir a manos de un escorpión), Escorpio se encuentra
siempre persiguiendo a Orión en el cielo.
Debido a su inmenso tamaño, Escorpio
ocupa dos zonas del Zodíaco, según nos apunta Eratóstenes, entre las que se
reparten sus pinzas por una parte, la correspondiente a Ofiuco, y su cuerpo y
el aguijón por otra. Este autor nos indica también la posición de las estrellas
en Escorpio:
“En cada pinza tiene dos estrellas, muy brillantes las delanteras
y más apagadas las de atrás; sobre la frente hay tres brillantes –la más
intensa de las tres, la del medio, un poco hacia atrás-, dos sobre el vientre,
cinco en la cola y dos en el aguijón. De entre todos sobresale por su brillo
intenso una que hay sobre la pinza orientada al norte. Suman en total
diecinueve” (traducción de Antonio Guzmán Guerra).
Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO
Hola Dámaris,
ResponderEliminarUna amiga -escorpio como yo- ha compartido tu entrada conmigo. No conocía el mito. Me hubiera gustado escucharlo en alguna de tus clases de Literatura Clásica, pero me alegra más seguir aprendiendo de ti. Gracias por compartirlo.
Un abrazo,
Sonia