viernes, 18 de octubre de 2013

El mito del mes: escorpio


Conocemos la historia que hay detrás de los signos zodiacales gracias a un tipo de literatura que surgió en Grecia ya en época tardía: los catasterismos, o dicho de otro modo, la conversión en estrella (aster) de seres divinos, humanos (héroes o simples mortales), animales e incluso de seres inanimados. Cada relato suele estar dividido en dos partes: una primera en la que el autor narra brevemente la mitología del personaje y la hazaña o el motivo que ha originado su transformación, y una segunda en la que se describe la constelación en sí. 

El autor más conocido es Eratóstenes de Cirene, director de la fabulosa Biblioteca de Alejandría. Entre sus múltiples obras, escribió un tratado titulado Catasterismos del que conservamos 44 relatos, entre los que se incluyen los doce signos del Zodíaco.
Así pues, comenzamos con Escorpio (Eratóstenes, Catasterismos 32). 

El signo zodiacal Escorpio debe su razón de ser al animal del que toma el nombre. De acuerdo a la versión más extendida entre los autores clásicos, la diosa Ártemis lo hizo surgir de la tierra como castigo a Orión, un gigante cazador, porque intentó violarla durante una cacería en Quíos –o en Delos-. El escorpión mordió al gigante hasta hacerlo morir. A pesar de ello, Zeus lo elevó al cielo como constelación para que todo aquel que lo observase conociera su fuerza y su poder.

Para que se conservase el recuerdo del castigo de Orión (morir a manos de un escorpión), Escorpio se encuentra siempre persiguiendo a Orión en el cielo.

Debido a su inmenso tamaño, Escorpio ocupa dos zonas del Zodíaco, según nos apunta Eratóstenes, entre las que se reparten sus pinzas por una parte, la correspondiente a Ofiuco, y su cuerpo y el aguijón por otra. Este autor nos indica también la posición de las estrellas en Escorpio: 

“En cada pinza tiene dos estrellas, muy brillantes las delanteras y más apagadas las de atrás; sobre la frente hay tres brillantes –la más intensa de las tres, la del medio, un poco hacia atrás-, dos sobre el vientre, cinco en la cola y dos en el aguijón. De entre todos sobresale por su brillo intenso una que hay sobre la pinza orientada al norte. Suman en total diecinueve” (traducción de Antonio Guzmán Guerra).

Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO

1 comentario:

  1. Hola Dámaris,
    Una amiga -escorpio como yo- ha compartido tu entrada conmigo. No conocía el mito. Me hubiera gustado escucharlo en alguna de tus clases de Literatura Clásica, pero me alegra más seguir aprendiendo de ti. Gracias por compartirlo.
    Un abrazo,
    Sonia

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