Hubo un tiempo en el que, cuando organizábamos en Córdoba una conferencia o acto similar "entre semana", el mayor quebradero de cabeza era la Copa de Europa, mal del que huíamos casi como Torrente al grito de "Bicho, bicho, sal de ahí", y directamente tachábamos como opción de calendario la semana completa.
Entonces llegó Córdoba 2016 (la Candidatura a la Capitalidad Europea de la Cultura). Con ella vino toda una fiebre de actividades, en gran número de cuestionable calidad y poco identificativas para la ciudad, que igualaban a Córdoba a la baja con cualquier otro lugar.
Pero perdimos 2016...
Y, en mi opinión, igual que el ascenso del Córdoba CF a la larga será una lacra, esa pérdida fue una suerte. Gracias a ella nos replanteamos el camino que habíamos tomado y volvimos a mirar a nuestra esencia y a considerar como indispensable la calidad de todo evento cultural. Tanto, que hemos llegado al extremo opuesto: no son pocos los días en los que se acumulan las actividades atractivas.
Por ejemplo, el martes de la semana pasada hubo una conferencia en Casa Árabe a la misma hora a la que se celebraba uno de los encuentros conmemorativos del XX aniversario de la declaración de Patrimonio de la Humanidad del casco antiguo de Córdoba. Y poco después se inauguraba una exposición de joyería en el Museo Aequeológico y comenzaba otra conferencia sobre la Córdoba romana en el Círculo de la Amistad.
Ante la disyuntiva que en esos días plantea la agenda, me acuerdo de mi abuela, que cuando tenía dos compromisos que coincidían, no acudía a
ninguno; pues para ella el gran problema no era fallar, sino ir a uno y no al otro y que las personas vinculadas a este segundo lo sintieran como un agravio comparativo. Los pueblos son así...
Vale, no es exactamente lo mismo, pero en marketing se sabe que un exceso de opciones crea un conflicto en el cliente que probablemente lo lleve a no elegir (consumir) nada. De hecho, a mí me está pasando y a menudo no voy a ninguno de esos actos. Por un lado, para no tener que "preocuparme" de cuál elegir. Y, sobre todo, porque sé que la parte del público que es del mundillo cultural se dispersará, de forma que no va a haber ningún encuentro que ejerza como foco de atracción único convirtiéndolo en una cita ineludible.
Hemos pasado de un extremo a otro y la consecuencia es una antinergia: si sumamos el público de las distintas actividades, no resulta la misma cantidad de gente que se concentraría en una de ellas en el caso de ser única en la agenda del día. Dicho de otra forma: más actividades, más calidad, y menos público total. ¿Raro? No. Pura ley de marketing.
Bendita Copa de Europa...
Teo Fernández Vélez
Un exceso de información no ayuda a saber más, al contrario, el cerebro se agota, y para economizar energia, deja de prestar atención. !Pues lo mismo¡ Actos culturales dosificados, repartidos como la comida, en dosis de mañana, tarde y noche. El cerebro se alimentará mejor, con mejor información.
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