lunes, 9 de mayo de 2016

El mito del mes: mayo


La etimología del mes de Mayo para los latinos es diversa. De hecho es posible, según recoge Ovidio, hacer derivar el nombre de tres posibles raíces. La primera vendría de maiestas, y sería la divinidad (Majestad) que se sienta junto a Júpiter, custodia a Júpiter y le proporciona el cetro a este dios. También la segunda opción aparece relacionada en tanto que está al lado de y aporta consejo a otras personas. En este caso, se hace derivar de maiores y les fue dedicado este mes por Rómulo al ser grande el respeto que ellos tenían en la ciudad (el mes siguiente fue consagrado a los jóvenes, iuniores). No obstante, la tercera posibilidad es la más conocida, proveniente de la diosa Maia, madre de Mercurio (o Hermes). Cuando Evandro llegó desterrado a los campos de lo que sería Roma, enseñó a sus gentes, entre otras cosas, los ritos de este dios, el que concedió el honor de llamar al mes con el nombre de su madre.

Durante este mes son varias las fiestas que se celebran. Por su paralelo floral con nuestro mayo cordobés se encuentran las Floralia, que, en realidad, abarcarían dos meses (abril y mayo, en concreto del 28 de abril al 3 de mayo). Dedicada a Flora (“¡Madre de las flores, ven, que has de ser festejada con juegos y regocijos!”), esta diosa sufrió una suerte similar a Perséfone (o Proserpina), ya que fue raptada por Céfiro, quien la convirtió en su esposa. Sin embargo, ella goza “de una primavera eterna” que expande no sólo por los campos silvestres, sino por los de labranza.

Sus fiestas, conocidas por las licencias que en ellas se permiten como por los vestidos de muchos colores en su honor, se instituyeron como propiciación por el honor no dado a esta diosa. Después de un largo tiempo en el que Flora descuidó su deber por el vacío que le hicieron los padres romanos, éstos establecieron una fiesta anual con juegos para apaciguar la vanidad de la diosa y que ésta devolviera la exuberancia, el colorido y la fructificación a la tierra. La razón de que su fiesta sea tan colorida la ofrece la misma diosa al poeta Ovidio:

“Bien porque los campos relucen con flores purpúreas, ha parecido que las luces constituyen un buen ornato para los días a mí dedicados; bien porque ni la flor ni las llamas tienen colores apagados y ambos brillos atraen las miradas; bien porque a nuestros regocijos conviene el libertinaje nocturno” (Ovidio, Fastos V. 362-369)

En lo que a Grecia se refiere, el calendario ático conoce Mayo como el mes Targelion (mitad de mayo-mitad de junio), mes consagrado a Apolo que nació el día 7 del mismo (su hermana Ártemis nació un día antes para ayudar a su madre en el parto del hermano). En él se celebraban las Thargelia o fiestas de los primeros frutos de verano, ya que el thargelos es el pan elaborado con los primeros granos segados y llevados a las casas. 

Las Thargelia eran unas fiestas de purificación de la ciudad que se comenzaban a celebrar el 6 de este mes. Consistían en la expulsión del “phármakos” o víctima humana que cargaba con todas las “manchas” de la ciudad. Había dos víctimas, uno para los hombres y otro para las mujeres. Ambos eran alimentados a expensas de la ciudad. Antes de su expulsión eran azotados por siete veces con ramas de higueras silvestres y se les proveía de queso y un pastel de higos, a la par que a su cuello se les ataba un higo blanco y otro negro. A continuación, eran expulsados de la ciudad y con ellos, cualquier espíritu maligno que pudiera hacer daño a la ciudad, a sus miembros o a sus posesiones. Al día siguiente, tras la purificación de la ciudad, se celebraba la llegada de Apolo Pitio. En el segundo día de la fiesta, el 7 de Thargelion, se comían los thargeloi.

Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO

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