sábado, 8 de junio de 2013

Mitos y leyendas en la provincia de Córdoba (IV): La leyenda de la Reina Cava (Pedroche)



La leyenda de la Reina Cava tiene su origen en un relato de las Eddas escandinavas, según el cual el rey Aleva fue traicionado por su ministro Thork, en venganza porque le había violado a su esposa. En el caso de España, esta leyenda, que ya existía entre los godos, fue adoptada por el partido witizano, enemigo del rey Don Rodrigo, para justificar las críticas que surgieron por su participación en la ayuda que dieron a los musulmanes para que conquistasen la Península Ibérica.

Cuenta la tradición popular que en el año 709 en la corte toledana del rey visigodo Don Rodrigo había una muchacha llamada Florinda que se distinguía por ser de una belleza especial y que había sido enviada por su padre para que recibiera instrucción en las letras, el canto y la danza. Esta muchacha era hija del poderoso conde Don Julián, gobernador de la Jebala, una región montañosa del norte de Africa. Don Rodrigo se fijó en Florinda un día cuando ella  se daba un baño y el rey la vio desnuda.

Un día, el monarca invitó a la reina a su cámara y ésta se hizo acompañar de tres doncellas, una de las cuales era la bella Florinda. Mientras la reina se encontraba entretenida  haciendo juegos con sus damas, Don Rodrigo llamó a la joven que le gustaba para que le sacase aradores de las manos con alfiler de oro y en ese momento se le declaró. El arador es un ácaro que produce la sarna, una enfermedad muy frecuente en aquella época, muy unida a la falta de higiene.

Florinda hace como que no comprende las palabras del rey y éste insiste, llegándole a ofrecer ser reina de España. La hija del conde Don Julián se resiste, responde con evasivas y Don Rodrigo decide no acosarla más en esa ocasión. Pero la idea le sigue rondando en la cabeza y no pasaba el día en que no la abordara al menos un par de veces, aunque la joven se defendía lo mejor que podía dando siempre buenas razones.

La obsesión del rey con la chica no cede y un día, durante una siesta mandó a un paje para que fuera a buscar a Florinda y la llevara a la alcoba real. Una vez allí intentó convencer a la muchacha por medio de nuevas promesas para que accediera a sus deseos y ante la negativa de ésta la violó. Florinda pudo gritar y las voces podían haber sido  escuchadas por la reina, que se encontraba en una habitación cercana, pero no lo hizo. 

Desde ese día, Florinda, que en adelante será conocida como la Cava, que en árabe significa prostituta fina, poco a poco va perdiendo su hermosura a causa de la tristeza que la embarga. Alquifa, una doncella compañera suya, le ruega que le cuente los motivos de ese pesar. Entonces, la Cava le cuenta con todo lujo de detalles su violación por parte de Don Rodrigo y la criada le aconseja que le escriba una carta a su padre contándoselo todo.

Un escudero se traslada hasta Ceuta con la carta acusadora y se la entrega al conde Don Julián quien durante un tiempo disimula el deshonor que se ha cometido sobre su hija, mientras en secreto prepara la venganza que había caído sobre su linaje, conchabado con Witiza, el anterior rey godo destronado por Don Rodrigo. Los conjurados entran en contacto con los musulmanes que habían llegado a Marruecos y se ofrecieron para facilitarles el paso del estrecho de Gibraltar y la conquista de España. En el año 711 los musulmanes cruzaron el estrecho y se enfrentaron al rey Don Rodrigo, que había salido a su encuentro, en la batalla del Guadalete o de la laguna de la Janda.

Apenas comenzada la batalla, el conde Don Julián y los hijos de Witiza, que en principio figuraban entre las filas del rey godo, se pasaron al enemigo con todas sus tropas y los musulmanes, al mando de Tarik, vencieron y empezaron la conquista de España, lo que hicieron en muy poco tiempo. Los invasores mataron a Don Rodrigo y a toda su familia, entre la que se encontraba el hijo que tuvo con la Cava.

Después de la pérdida de España, la hermosa Cava se refugió en el castillo de Pedroche, construido en la época del rey godo Teodoredo, que estaba situado junto al camino califal de Córdoba a Toledo, y aquí vivió ya el resto de sus días. Entre los muros de la fortaleza llevó una vida llena de penitencia y virtudes, puesto que durante toda su vida ella consideró que había sido la causa indirecta de la pérdida de España. Antes de  morir arrojó sus tesoros al fondo de un pozo, que desde entonces lleva el nombre de Fuente de la Cava, el mismo al que solía acudir para llorar la muerte de su hijo y maldecir su destino y al que ella misma se arrojó.

Durante muchos años, al filo de la madrugada, cuentan los vecinos que, mientras el viento rugía con furia, veían con terror la aparición de una mujer loca y desmelenada, que, prorrumpiendo en carcajadas salvajes, recorría con extraviados pasos las orillas del pozo, registraba con inquieta mirada su revuelto fondo, y sin detenerse nunca, sin alzar jamás los ojos al cielo, proseguía eternamente su carrera murmurando palabras incoherentes y sin sentido que llevaban el miedo y la tristeza al corazón de cuantos la oían. En vano hubo algunos bastante arrojados para esperarla en ese lugar y pedirle explicación de sus actos; apenas veía que alguien trataba de aproximarse a ella, sus ojos parecía que se  iban a salir de sus órbitas, su agitación era más extraordinaria, sus frases más incoherentes, más salvajes sus gritos: huía, huía, sin que nadie pudiera seguirla en su carrera desenfrenada. Un día, desapareció y nadie volvió a verla. 

Pero, desde entonces, ocurrió una cosa muy extraña: todas las noches, apenas el sol hundía en el horizonte su disco de diamante y las nubes encapotaban el cielo, en esos momentos de calma que preceden a la tempestad, se veía, en pie sobre el torreón del castillo, una figura descarnada y seca, con el cabello suelto al aire, volviendo a todas partes la triste mirada de sus ojos, sin expresión y sin vida; de repente, elevaba la vista hacia el norte; el viento, que rugía, modulaba un grito prolongado, y, al espirar, otra sombra, la sombra de un hombre armado de todas armas, pero con la cabeza desnuda, surgía también sobre el arruinado alcázar. Y los dos fantasmas se miraban, clavaban uno en otro sus pupilas sin luz, y entonces era cuando el huracán rugía con más fuerza. En aquellas horas, largas como el dolor, nadie se atrevía a salir a la calle, por miedo a encontrarse en las sombras de la noche con aquella mirada brillante que parecía desencadenar los elementos para lanzarlos sobre el mundo.
 
Algunos vecinos acudieron para buscar remedio a tantos males a un viejo ermitaño que, retirado en el campo, pasaba su vida en la abstinencia y el ayuno; le contaron los extraños sucesos que llamaban tan poderosamente su atención y le pidieron que impetrase del cielo la gracia de que aquella sombra volviera a dormir sosegada en su sepulcro.

Una noche, seguido el ermitaño de los habitantes de Pedroche, que llevaban teas encendidas, se trasladó a la Fuente de la Cava; apenas llegó la cruz, el cuerpo de la desgraciada mujer,  en completo estado de putrefacción, se levantó por sí sólo, y fue a sumergirse de nuevo en el pozo con admiración de todos. El ermitaño bendijo el breve recinto en nombre de Dios, y postrándose de rodillas rezó por las almas extraviadas, y todos oraron con él. La sombra desapareció perdiéndose en el espacio. Ya no volvió a verse más en Pedroche  el fantasma de Florinda la Cava.



SÍNTESIS HISTÓRICA:


Don Rodrigo ostentaba el cargo de dux de la Bética y era miembro de la familia de Chindasvinto, enfrentada a la de Wamba por el poder. A la muerte de Witiza esta lucha se encarnizó al ser nombrado Rodrigo rey, por una parte de la nobleza, mientras que otro grupo había nombrado a Agila II, el hijo de Witiza. El desgarro del reino visigodo se manifestaba en el reparto del territorio entre ambos rivales, controlando Rodrigo la mayor parte del reino mientras que Agila se hacía fuerte en la Narbonense y parte de la Tarraconense -actuales zonas sur de Francia y norte de Cataluña-.

Dentro de este contexto de guerra civil aparecen las tropas musulmanas dirigidas por Tarik. Los musulmanes cruzaron el estrecho de Gibraltar en la primavera del año 711. En el momento del desembarco Rodrigo estaba combatiendo en el norte peninsular contra los vascones y al recibir noticias del suceso se trasladó al sur con su ejército. El encuentro entre Rodrigo y las tropas de Tarik tuvo lugar en el Wadi Lakka, lugar identificado con el río Guadalete o Barbate, en Cádiz. 

La Crónica Mozárabe cuenta que las dos alas del ejército habían sido confiadas por Rodrigo a dos hermanos de Witiza, Opas y Sisberto, quienes traicionaron al rey cuando abandonaron el contingente principal. En la batalla que se produjo los visigodos fueron derrotados y Rodrigo murió. El enfrentamiento se fecha entre el 19 y el 26 de julio del año 711. El reino visigodo desapareció de forma inmediata.

Texto y foto:
Francisco Sicilia Regalón
Cronista oficial de Pedroche

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