lunes, 24 de junio de 2013

Reflexiones sobre la noche de San Juan


Si no recuerdo mal lo que aprendí en un curso de hipnosis clínica, las ondas alpha (que crean extrema relajación y un estado precisamente prehipnótico) son emitidas por el cerebro ante determinados estímulos naturales y reconfortantes tales como el fuego, el sonido del mar, caminar descalzo sobre césped o la arena de la playa, etc.

Ello se debe a que, aunque los tenemos olvidados en nuestro subconsciente, el ser humano lleva conociéndolos muchos miles de años y, de alguna forma, se encuentran inscritos en nuestro ADN. Por eso cuando volvemos a mostrárselos notamos ese especial sosiego y podríamos estar disfrutando de ellos indefinidamente.

Y la cuestión es que cada vez distingo más claramente que algo similar ocurre con la astronomía: cuando nos hablan de las estrellas, el tiempo no existe. Es un tipo de información que, por densa que sea, no llega a saturarnos ni cansarnos; al contrario, siempre queremos más. Y, sobre todo, sentimos esa sensación de "naturalidad" o de proximidad respecto al tema, aunque lo desconozcamos totalmente.

Por eso creo que, en el fondo, es otro de esos estímulos que encaja también con nuestra naturaleza profunda como seres humanos. Porque hubo un tiempo en que el cielo era una parte de nosotros: Aceptábamos sus dictados y su influencia, conocíamos sus historias (que explicaban nuestro mundo terrenal) y era imprescindible para orientarnos.

Todo ello, sin embargo, lo hemos ido olvidando. Como hemos olvidado el crujiente sonido del fuego. Pero a veces, en noches como la de ayer, astronomía y fuego (y leyendas, otra parte de nuestro ADN) se funden para recordarnos lo que fuimos, somos y seremos... eternamente.

Teo Fernández

No hay comentarios:

Publicar un comentario