sábado, 17 de agosto de 2013

El turista más raro del mundo


Hace tres semanas, camino del punto de encuentro donde comenzamos nuestra ruta, me encontré un polluelo de gorrión que no era capaz de volvar. Lo cogí y se encaramó a mi dedo con total confianza y, mientras pensaba en dónde dejarlo para que lo cuidasen al menos hasta que yo acabase de trabajar... ¡se quedó dormido! (como se aprecia en la foto). Total, que al final realicé todo el paseo y las explicaciones con él en la mano, ante el asombro de todos.

Tras unos primeros días en los que estaba muy delicado y en los que no paraba de comer por la desnutrición, ya está más grande, activo, brinca y revolotea los ratos que le suelto por el salón y, sobre todo, come con más calma (y ya no papilla, sino alpiste).  Si sigue evolucionando bien, la intención es soltarlo algún día (dependerá de que le vea espabilado o no para defenderse él sólo ahí fuera). Pero, sin duda, es ya el visitante más peculiar que hemos tenido en la ruta... y el que menos atención le ha prestado a los relatos.

Teo Fernández



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