Dos son las
versiones existentes respecto a quién representa el signo zodiacal Capricornio
(Pan o Amaltea), si bien una de ellas es la más aceptada por los mitógrafos, y
es la que recogemos en esta ocasión.
En la primera versión, Capricornio
es la catasterización (conversión en estrella) de Pan. Según Eratóstenes (Catasterismos 27), Egócero –“Capricornio”, un epíteto de Pan-
recibió el honor de convertirse en constelación por haberse criado junto a Zeus
y haberlo ayudado en su lucha contra los Titanes. La ayuda que le proporcionó
vino en forma de estratagema: descubrió una caracola con la que armó a los
aliados e hizo que soplaran por ella. El eco de este sonido produjo tal miedo
en los Titanes que éstos huyeron. A partir de entonces, el tono de ese sonido
recibe el nombre de “Pánico”. Él, por su parte, participó en esta lucha
arrojando conchas al enemigo (Higinio, Astronómica
2.28). Tras hacerse Zeus con el poder, situó a Pan entre los astros. Por haber
descubierto la caracola en el mar, tiene la cola de pez.
En otra variante, la ayuda
proporcionada por Pan –en Higinio, Fábulas
196; Astronómica 2.28- viene en forma
de metamorfosis. Éste les ordenó a los dioses que se transformasen en animales
para evitar la crueldad de Tifón, monstruo feroz y violento y enemigo de los
dioses: Apolo se transformó en un ave, Ártemis en un gato o Hermes en un ibis.
Pan se lanzó al río, convirtiendo la parte inferior de su cuerpo en un pez y el
resto en cabra. Zeus, admirado de su astucia, lo catasterizó con esa doble
forma.
Eratóstenes nos describe la posición de las estrellas en
Capricornio de la siguiente manera:
“Sobre cada cuerno tiene una estrella; <en el morro, una>
brillante; en la cabeza, dos; <en> en el cuello, una; <en> el
pecho, dos; <en> la pata que tiene adelantada, dos; <en el extremo de
la pata, una; en> el lomo, siete; <en> el vientre, cinco; <en>
la cola, dos brillantes: en total, veinticuatro” (traducción de José B. Torres
Guerra).
Pero, según la otra versión, bien pudiera ser Amaltea.
Zeus, al nacer, para evitar que su
padre Crono se lo comiera, fue confiado por su madre Rea a Temis, quien, a su
vez, lo entregó a Amaltea. En la versión más extendida Amaltea era una cabra,
mientras que en otras una ninfa cretense dueña de la cabra. Esta cabra, hija
del Sol, era un ser tan horrible en su físico que los dioses primeros, los de
la época de Crono, suplicaron a la
Tierra que la escondiera en una gruta de Creta.
En una ocasión, cuando Zeus jugaba
con Amaltea, le arrancó uno de sus cuernos, produciéndole un tremendo dolor.
Cuando el futuro Padre de dioses y hombres creció, concedió al cuerno arrancado
el don de la abundancia (conocido desde entonces como Cornucopia o Cuerno de la Abundancia).
También el Olímpico tomó la piel de
la cabra en su lucha contra Titanes siguiendo los consejos de un oráculo, pues
esta piel era invulnerable y en el centro del lomo tenía la cara de la Gorgona Medusa, que
petrificaba a quienes la miraban. Con ella se fabricó un escudo que legaría a
su hija Atenea. Recubrió la carne de la cabra con otra piel, dotándole de vida
e inmortalizándola en astro celeste.
De acuerdo a Eratóstenes (Catasterismos 13), la estrella de la Cabra forma parte del
Auriga, en concreto está situada en el hombro izquierdo de éste.
Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO
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