jueves, 12 de diciembre de 2013

Mitos y leyendas de la provincia de Córdoba (VIII): Villa M.



No muy lejos de una antigua estación de tren, se encontraba Villa M., una preciosa casa antigua, con unas hermosas palmeras que adornaban la entrada. Los propietarios, M., de quien tomó el nombre aquel caserón, y su esposo. A escasos metros estaba otra casa, propiedad del cuñado de M., hermano de su esposo. Era una casa de aspecto más moderno, en la que había un huerto, y un pozo de gran  profundidad.

La relación de los tres era excelente y, a vista de todos, se trataba de una familia muy unida y feliz. Pero hace pocas décadas el destino quiso que esa felicidad se tornara en tristeza.

M., aunque mantenía un matrimonio feliz, se enamoró locamente de su cuñado, algo que, de forma inesperada, descubrió su marido cuando un día, al llegar a casa, los encontró juntos. Sin mediar palabra, salió de la habitación y, una vez M. se hubo quedado sola, fue a buscar su escopeta, y le asestó dos disparos causándole la muerte. Inmediatamente después, se dirigió a casa de su hermano y se arrojó al pozo, muriendo ahogado.

El amante de M. comprendió que su hermano había descubierto el romance que mantenían y, con el asesinato de esta y su posterior suicidio, no hacía otra cosa que condenarlo a vivir el resto de su vida con un sentimiento de culpa por lo sucedido. La situación le causó tan gran pesar que, siete días después de lo ocurrido, al no poder soportar la pérdida de la mujer a la que amaba, saltó al interior del pozo al igual que días antes hiciera su hermano, con la idea de reunirse con ella.

Con el paso de los años, lo que fue el hogar de M. y su esposo fue derribado, quedando un solar vacío. Sin embargo, la casa de su cuñado, aún sigue en el mismo lugar y, al parecer, aún deambula por sus pasillos su alma atormentada, que jamás llegó a reunirse con su amada.

El actual propietario de la casa pretendía reformarla, pero se ha dado por vencido. Cada vez que lo intenta, se derrumba misteriosamente todo aquello que construye. Según cuentan, es el propio amante de M., que no quiere que nadie habite la casa en la que pensaba pasar el resto de sus días junto a la que fuera el amor de su vida.

Inmaculada Muñoz

(*Hemos omitido los nombres tanto  de los personajes como el de
la localidad por respeto a los protagonistas de la historia).

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