lunes, 15 de septiembre de 2014

Las Claves JRT (I): su padre



La figura de Julio Romero como pintor no se limita a su conocido y popular estilo que aún hoy en día cautiva a propios y extraños. Como cualquier artista, el joven Julio tuvo una formación pictórica que partió de la mano de alguien cercano, su padre, el pintor onubense Rafael Romero Barros. Podríamos decir que nos encontramos ante un humanista en toda regla, un hombre que dedicó su vida por y para la cultura. Lo curioso es cómo, a pesar de su fulgurante carrera y de la cantidad de mejoras que realizó en Córdoba siempre ha ocupado un plano secundario, casi desconocido, ocultado tras el halo de la famosa figura de su hijo.

Rafael Romero Barros (nacido en Moguer, Huelva, en 1832) aprendió a pintar de la mano del paisajista sevillano Manuel Barrón. En aquellas clases compartiría enseñanzas con los hermanos Bécquer (Gustavo Adolfo fue poeta, pero también gustó del noble arte del dibujo). El realismo con el que impregnó sus obras resulta casi fotográfico, sólo hay que ver su Bodegón de naranjas para darnos cuenta de ello. No importa la temática del cuadro: paisajes, bodegones, retratos o representaciones costumbristas, todos ellos se caracterizan por esa precisión en el dibujo que hacen de Rafael Romero un pintor notable.

Llegó a nuestra ciudad en 1862 para tomar el cargo de conservador en el Museo Provincial de Pinturas. Desde su residencia y lugar de trabajo en la Plaza del Potro, Rafael iniciará su labor en el museo y en su empeño por desarrollar la labor artística de Córdoba fundará la Escuela Provincial de Bellas Artes.

Pero, la vida de Rafael Romero Barros estuvo salpicada por varias facetas, conectadas por el arte y la cultura, que no debemos olvidar: conservador de museo, secretario y posterior director de la Comisión de Monumentos y restaurador, fue además crítico y escritor. Podríamos decir que estamos ante uno de los primeros “concienciadores” que alzó la voz y se preocupó porque Córdoba retomara el esplendor perdido. Prueba de ello fue su apasionado proyecto: Córdoba monumental y artística, un libro decorado con dibujos de su hijo Rafael y donde pretendía realizar un pormenorizado análisis del estado de cada uno de los monumentos de nuestra ciudad. Por desgracia, su temprana muerte hizo que sólo nos haya quedado para el recuerdo su peculiar y romántica descripción de la Mezquita-Catedral.

También cabe destacar su conciencia social, ocupando el cargo de Secretario en la Asociación de Obreros Cordobeses desde el cual se hizo consciente de la situación que atravesaban las clases más bajas y haciendo de ello partícipe al resto de la sociedad mediante algunas de sus pinturas. Cuando falleció, en diciembre de 1895, los integrantes de la asociación y cordobeses de todas las clases velaron su cadáver y lo acompañaron para darle su última despedida, antecediendo de algún modo, al apoteósico amor que después profesarían a su hijo más querido.

La labor de Romero Barros es digna de mención, por la dedicación y el afán con los que trabajó por Córdoba. Porque probablemente sin él, no sólo no hubiésemos tenido a Julio, sino que hoy en día no tendríamos en pie muchos de los monumentos de los que hoy, propios y extraños, disfrutamos en nuestros paseos descubriendo la ciudad.


Monitora de la ruta "La Córdoba de Julio Romero de Torres", que
conmemora el 140 aniversario del nacimiento del pintor


1 comentario:

  1. Córdoba lo hizo suyo, lo cautivó, al igual que otros grandes artistas. Córdoba es como una mujer misteriosa, sensual, que con su mirada te atrapa, y no sabes por qué. Por eso mismo quiso conservar aquello que lo habia atrapado. Y es ese amor, esa forma de entender a la ciudad y sus gentes lo que transmitió a su hijo, fue éste el que plasmó en su obra lo que Rafael no pudo, o no fue capaz de hacer en la suya, quizás debido a su acadmicismo.

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