El mes de Agosto pertenece al grupo de meses que, según la tradición, en el calendario
establecido por Rómulo, fundador y primer rey de Roma, recibieron un nombre
relacionado con un número. Así, Agosto se llamaba Sextilis, es decir, “el
sexto”. El año entonces comenzaba en Marzo y hasta Junio tenía un nombre relacionado
con una divinidad. A partir de Julio y hasta Diciembre tenía (y conserva en
parte) un nombre asociado a su orden en el calendario. Para compensar ciertos
desbarajustes temporales, se añadieron meses, llegando a ser doce como en
nuestros días.
Sin embargo, tanto Julio como Agosto cambiaron sus
nombres por otros más ilustres, en honor a dos figuras decisivas e importantes
en la historia de la República Romana. Irónicamente, estas figuras estaban
emparentadas entre ellas, ya que Julio César (mes de Julio) fue el padre
adoptivo de Octavio Augusto (mes de Agosto).
Agosto recibe su nombre de Octavio, hijo adoptivo de
Julio César. Y no tanto porque este llegó a ser emperador, sino por su entrada
triunfal en Alejandría en 30 a.C. (más exactamente, el 29 de agosto de 724 [año
romano]) tras su victoria sobre Cleopatra y Marco Antonio en Accio en 31 a.C. (el
2 de septiembre de 725). Así, por estatuto público, le fue añadido el
sobrenombre de Augusto y de ahí este mes toma su denominación.
En el calendario romano se celebraba la festividad
dedicada a Vulcano (Vulcanales o Vulcanalia). Ésta tenía lugar a finales de
agosto, el 23, y la finalidad era propiciar al dios del fuego para que no
hubiera incendios y así proteger las cosechas. En esta festividad se celebraban
unos juegos en el circo Flaminio, donde el dios tenía un templo. En éstos se
realizaba un sacrificio de peces que la gente que asistía a ellos los echaba al
fuego. Parece ser que el día de esta festividad se comenzaba a trabajar a la
luz de las lámparas, como buen presagio, por aquello de que Vulcano era el dios
del fuego. Así lo recoge Plinio el Joven cuando está describiendo los hábitos
de su tío:
A partir de las
fiestas de Vulcano empezaba a trabajar a la luz de las lámparas a media noche,
no para conseguir un comienzo del día favorable, sino para tener más tiempo de estudio
(Espístolas 3.5, traducción Julián
González Fernández)
Pero es, sin duda, en el calendario griego donde está la
festividad más conocida y más celebrada a lo largo de la historia: los Juegos
Olímpicos. Hay quien los remonta a los juegos funerarios celebrados en honor de
Patroclo (Homero, Ilíada 23), otros
que fue el mismo Zeus tras la victoria sobre los titanes como símbolo de la
victoria de la cultura sobre la fuerza bruta, pero parece más consensuado que
fueron fundados por Heracles en honor a su padre Zeus. Estos se celebraban cada
4 años (algo que se sigue manteniendo en la actualidad).
Uno de los trabajos que Heracles realizó fue limpiar los
establos de Augias, quien le prometió una décima parte de su ganado si lo hacía
en un solo día. Heracles logró limpiarlos en el tiempo convenido al desviar el
curso del río Alfeo. Sin embargo, Augias no cumplió su parte del trato alegando
que quien tenía que pagarle era Euristeo, quien le había ordenado el trabajo.
Heracles reclamó a Euristeo, pero éste tampoco le pagó excusando que era su
trabajo (Heracles estaba sirviendo como castigo a las órdenes de Euristeo). Así
pues, Heracles deja por el momento su venganza contra Augias.
Es tiempo después cuando Heracles toma la ciudad de Elis
y vence a Augias y a sus hijos. En su camino de regreso, delimita un recinto
sagrado, el “Altis”, e instaura unos Juegos Olímpicos en honor a Zeus Patrio.
La Olímpica 10 de Píndaro narra todos
los detalles previos a la fundación de los Juegos (la lucha contra Augias y sus
hijos, la delimitación del recinto sagrado, la dedicación de los altares…). Sin
embargo, es Diodoro Sículo quien nos ofrece cuál sería el primer premio de esos
Juegos:
Y decidió que el premio de esta competición sería sólo una corona, porque
él mismo había actuado como benefactor del género humano sin recibir ningún
salario (Diodoro Sículo, Biblioteca
histórica 4.14, traducción de Juan José Torres Esbarranch).
Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO
Buena información, no la conocía.
ResponderEliminarSiempre se agradece y mucho, el conocimiento de cultura nueva, y esto lo es. Gracias.
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