Suele decirse que cualquier mitología, a pesar de estar diseñada con un fin (habitualmente explicativo), ha triunfado por trasmitir valores y emociones tan atemporales como universales. Y por ese mismo motivo sus relatos han seguido fascinando a la gente una vez que su correspondiente cultura ha desaparecido.
Así es. Pondré uno de los ejemplos más curiosos:
Ossian era un mítico
bardo y héroe irlandés del s. III que, según la leyenda, habría narrado las hazañas de su
patria y familia (especialmente las de su padre). Mil quinientos años después, en el siglo XVIII, el poeta inglés James Macpherson publicó los versos que, supuestamente, había encontrado escritos por el propio Ossian.
Esos textos retrotraían a un universo neblinoso, nacionalista, heroico y apasionado, totalmente diferente al frío acadecimisco imperante en tiempos de Macpherson. No sabemos si ya entonces eran, como hoy, considerados casi unánimemente falsificaciones elaboradas por él. Pero la cuestión es que supusieron el empujón que el incipente Romanticismo británico necesitaba para eclosionar definitivamente.
La repercusión fue tal que entre los seguidores del supuesto Ossian habría que incluir a Napoléon, Lord Byron, Goethe o Ingres, autor de la obra que se ve en la imagen superior: El sueño de Ossian, donde el poeta aparece durmiendo y soñando con los personajes sobre los que (siempre según Macpherson) escribió.
Su imaginativo "descrubridor" había conseguido así que el mito funcionase aún más como tal: reelaborado igualmente con el fin de justificar la nueva corriente romántica (como Octavio Augusto, primer emperador de Roma, pidió a Virgilio justificar el reinado de su estirpe con la Eneida), la potencia de los valores vitales y estéticos que transmitía se impuso a la duda sobre la veracidad de la fuente.
Dicho de otra forma: lo que importaba (y lo que importó) era el universo Ossian, no si realmente había existido ese personaje o si los versos se debían a su pluma.
Dicho de otra forma: lo que importaba (y lo que importó) era el universo Ossian, no si realmente había existido ese personaje o si los versos se debían a su pluma.
Así es como triunfa un mito.
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Teo Fernández Vélez
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