Aunque
nací y crecí en Córdoba, he pasado los últimos diez años en dos ciudades que
“viven” de su Patrimonio: Granada y Roma. Paralelamente, en las esporádicas
visitas al hogar familiar, he ido observando una negativa evolución que tuvo su
confirmación (para mí, esperada –politiqueos
aparte-) con el batacazo de la Capitalidad Cultural.
Creímos
que “2016”
se conseguía mediante adhesiones “ilustres”, enunciados rimbombantes y
actividades “perroflautas”. En muchas de ellas ha habido, digámoslo claro, una
falta de calidad, pues se ha confundido la cultura con los gigantes y cabezudos
y las batukadas. Salvo excepciones,
en el mejor de los casos encontrábamos certámenes intelectualoides de escasa
asistencia y dudoso nivel, basados en el amiguismo, la autocomplacencia y el
gastó público improductivo.
Pero
lo más grave es que, tanto en la mayoría de esos proyectos como en las
intervenciones en la ciudad, se ha olvidado la identidad de la misma. Entiendo
que estamos en el siglo XXI y que Córdoba necesitaba desanquilosarse, pero no hablo de “estilo”, sino de “espíritu”: una
de las urbes con más historia de occidente ha intentado reinventarse de la
nada, olvidando sus raíces en favor de lo común y mediocre. Aunque jugaba con
ventaja las bazas de la personalidad y el entorno, la búsqueda de lo “progre” y
del poner la firma y salir en la foto han destrozado aquellos, igualándola a la
baja con el resto de ciudades.
No
hay más que dar un paseo para tener una muestra: materiales, colores, bancos y
suelos que, además de romper con la estética de la ciudad y de su dudoso gusto
(algo subjetivo, a fin de cuentas) son los mismos que vemos en cualquier otro
lugar. Sin entrar en el tema de las palmeras, los nuevos letreros con los
nombres de las calles o todo el proyecto de Miraflores que, espero, sea
finalmente INviable.
Pero
la parte positiva, queridos paisanos, es que se trata de algo por ahora
reversible (quizá no más adelante), y tan fácil como aceptarse. Córdoba está a
tiempo de corregir, para la posteridad, el que ha sido su imperdonable y pagado
error en la última década: huir de sí misma.
Teo Fernández
* Este artículo fue publicado como Carta al Director en un diario local el 29 de septiembre de 2011 con el título "Córdoba, ejemplo de suicidio cultural".
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